La OCDE advierte sobre la presente inmadurez de la conducción autónoma
La consecución de la conducción autónoma está llamada a ser una de las grandes revoluciones que están por llegar durante la próxima década. Fabricantes de automóviles y compañías tecnológicas se llevan años de trabajo para lograr llegar a una meta que lleva aparejada muchas ventajas. Entre estas, encontramos una reducción histórica del número de accidentes y siniestros en carretera.
Sin embargo, no todo es tan sencillo como podría parecer a estas alturas, al menos esto es lo que señala el último informe de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Esto contrasta con un optimismo que había contagiado en los últimos tiempos a una industria en la que los fabricantes no dejaban de mostrar avance tras avance.
Por poner algún ejemplo de esto último, General Motors anunciaba a principios de este año y con motivo del Salón CES de Las Vegas un modelo, el Cruise AV, desprovisto de volante y pedales y que la compañía de Detroit pretende comenzar a producir en 2019. Como General Motors, otras tantas compañías del sector van perfilando sus proyectos. Son señales más que evidentes de que los fabricantes que están apostando por esta tecnología quieren acelerar su introducción.
¿Está preparado el mundo para la conducción autónoma?
La OCDE aprovechó el último Foro Internacional de Transporte celebrado en Leipzig (Alemania) para contrarrestar un optimismo que hasta ahora solo se había visto alterado por la coincidencia de algún desafortunado accidente que implicaba a modelos autónomos. De este modo, el último informe de la OCDE deja muy claro que la emoción que rodea a la tecnología autónoma en los vehículos debería ser más comedida:
El atractivo del vehículo autónomo es la promesa de que la tecnología permitirá una conducción más segura, un tráfico más eficiente y el desarrollo de nuevos mercados. Pese a que el potencial parece grande, hay muchas incógnitas que las autoridades públicas deben gestionar
Y es que en este asunto no todo es desarrollo tecnológico. Es preciso determinar un marco legal que arrope a todas las partes implicadas. Aunque hay ya países que permiten pruebas en carreteras de tránsito público, la ausencia de normativa al respecto supone un freno razonable para el vehículo autónomo. Por cierto que, en España, la DGT ya están tomando los primeros pasos para introducirla.
Máquinas y humanos, una relación complicada
«Una responsabilidad compartida entre sistemas automáticos y humanos puede no hacer la toma de decisiones más sencilla, sino más compleja. Podría elevar el riesgo de consecuencias no deseadas que podría hacer la conducción menos segura en lugar de más», así es como continúa el estudio presentado por la OCDE.
Hay que tener en cuenta que alcanzar el nivel de asistencia total a la conducción requiere superar una serie de etapas previas que se oficializaron en el momento en que los fabricantes comenzaban hace un lustro y de forma real esta complicada senda que estrecha lazos entre dos inteligencias condenadas a entenderse.
Esa evolución hacia la conducción autónoma plena implica una serie de toma de decisiones que van compartidas, en mayor o menor medida, entre el vehículo inteligente y el conductor. El informe indica que se ha demostrado que esto, lejos de allanar el camino al desarrollo de la conducción autónoma, lo complica, pues esos niveles acarrean situaciones complejas de gestionar.
Nos referimos, por ejemplo, a los niveles en que se requiere la supervisión humana. Los expertos señalan que en estas condiciones de pasividad, la falta atención o de concentración del conductor puede convertirse en un grave problema.
La cyberseguridad en entredicho
En la informe de la OCDE encuentra otro escollo para el desarrollo actual de la conducción autónoma en la seguridad informática de los sistemas. Y es que la conectividad y comunicación entre infraestructuras (C2I) y con otros vehículos (C2) es otro de las asignaturas que superar para el coche autónomo.
Esa variable complica en parte la ecuación, sobre todo al tener presentes los posibles riesgos de la comunicación. En este caso, la OCDE un coche conectado es, a estas alturas, vulnerable a riesgos de cyberseguridad.
Como ocurre con otras facetas, todavía por desarrollar, la cuestión de la seguridad de los sistemas está todavía por evolucionar. Es preciso avanzar en esta área al mismo tiempo que se consiguen nuevos logros con la tecnología autónoma. Por eso, la OCDE insta a estudiar las relaciones entre vehículos y redes externas y a crear sistemas de seguridad propios y aislados.
No cabe duda de que el coche autónomo marcará un antes y un después en la seguridad vial. Sin embargo, conviene estudiar todos los factores que entran en juego y, si es preciso demorar su introducción, si existen ámbitos todavía por explorar en la relación del coche autónomo con el resto del mundo.